El Papa del perdón, la reconciliación y la Paz

Editorial Por

El Papa Francisco deslumbró con su bondad, sencillez y sabiduría. ¡Extraordinario! Un hombre fuera de serie, humano, carismático, convincente, simpático y arrollador. Un líder espiritual de los más exigentes y exquisitos valores. Un Pastor de carácter y principios.

Es el jefe de la Iglesia Católica y Romana y sin embargo no vino a Colombia a hacer proselitismo religioso sino a hablar con todas y con todos, de cualquier religión y a los ateos, a los justos y a los pecadores, a la juventud, a las mujeres, a los ancianos, a los jueces y a los descarriados, a los que practican la política, a los gobernantes, a la Nación entera. No vino a perseguir a nadie, sino a pedirnos que vivamos en trance de equidad, reconciliación y convivencia.

Prodigioso ejemplo. Los colombianos somos egoístas, rencorosos, desunidos, insolidarios, individualistas enamorados solo de nuestro entorno. No nos importa lo de los demás, solo lo que queremos, lo nuestro, enriquecernos sin límites ni talanqueras, alabar lo propio y criticar lo ajeno, nunca escuchar, nunca entender al vecino, siempre perseguir al débil, acosar al desprotegido, acusar y condenar sin conceder derecho a nada. No nos gusta lo de nadie, si no es de los propios.

Nos arrolla la insensatez y la esquizofrenia. Lo anterior únicamente de los cuerdos, del común de la gente. ¡Cómo serán los criminales, que abundan por doquier!

El Papa nos pide perdonar, nos está reclamando reconciliación. No lo hace teóricamente. Se refiere a los procedimientos en busca de la paz que tramita el gobierno con Farc y Eln. Hay que decirlo con claridad, así se pongan bravos el doctor Álvaro Uribe y su Centro Democrático.

El Papa no vino a hacer política como lo pregonan los egoístas de siempre, sino a pedirnos amor y reconciliación. Malaventurados a los ojos del Papa los sepulcros blanqueados, “por fuera limpios y por dentro llenos de huesos de muerto”.