Los Derechos Humanos son mucho más que una lista de intenciones en un papel en Nueva York, como tampoco son recomendaciones introducidas en múltiples tratados internacionales, estos derechos son la salvaguarda de un mundo más próspero, donde lo ideal es que TODOS gocemos de las mismas oportunidades, y se nos respeten los mismos derechos.
Esos principios o ideas deberían ser centrales en el debate político y electoral, y no un tema subsidiario o simplemente idealista, la defensa de los Derechos Humanos, no es una bandera exclusiva de un bando político, de la izquierda o la derecha, o de un grupo de personas o fundaciones, es la esencia misma que sostiene los principios que hacen al mundo más civilizado y sobre todo más humano.
La sorpresa de elegir a líderes en varios países del mundo como en el caso más reciente de Jair Bolsonaro en Brasil, no es un tema principalmente ideológico, es una alarma sobre la importancia de elegir líderes que protejan, y ellos mismos den ejemplo de respetar los Derechos Humanos.
La capacidad de un ciudadano de votar por uno u otro político, sin importar su raza, religión o género, es consecuencia precisamente de una larga e histórica lucha por esos derechos, y no es una casualidad que hoy los podamos vivir con mayor plenitud que en otros tiempos.
Justo cuando la humanidad necesita líderes que tomen las decisiones en temas como el Cambio Climático, lucha contra la desigualdad, reconocimiento pleno de los derechos de las minorías, y disminución radical de la violencia, no nos podemos dar el lujo de elegir a personas que no parten de ideas tan básicas y necesarias dentro de una democracia.
Al final, tanto el que votó por un líder que no tiene una posición clara y firme frente a los Derechos Humanos, como aquel que no hizo nada para detenerlo, están poniendo en peligro su propia voz.