La gran motivación del sistema democrático es que todas las controversias sobre la forma de Gobernar, o de planear alrededor del país, se resuelven en escenarios de debate, de votación y finalmente de no violencia.
Colombia se ha caracterizado por ser un país democrático, con graves problemas de inclusión de todas las visiones, que lo han llevado a un conflicto armado cuyo fin ha sido un verdadero “coco” para nuestro actual debate nacional.
En las circunstancias actuales de la campaña, y sea que critiquemos o aceptemos el Acuerdo de paz, la llegada de un nuevo actor político parece irreversible. La FARC y su presencia en el tarjetón, la explicación sobre las causas por las que aún no anda la Jurisdicción Especial de paz, son parte de una acalorada discusión entre los candidatos, incluso los del Congreso.
Pero más allá de esa discusión, lo único que no se puede justificar nunca, es la violencia. Si aceptamos que un grupo político sea el que sea, termine siendo estigmatizado por la violencia, nuestra democracia en sí misma pierde sentido.
No solo la violencia contra la FARC, también la violencia contra cualquier otro sector debe ser enérgicamente condenada. No existe causa alguna, ni de justicia, ni ambiental, animalista, ni mucho menos de paz, que justifique el uso de la violencia contra alguien.
Es momento de dar el debate público y esencial sobre lo que haremos en el presente de nuestro país, pero sin violencia, sin discriminación, y sin odio. Un llamado desde Ola Política.