Colombia está de malas. Cuándo debe empezar a gozar los beneficios de la paz lograda con las Farc, que son evidentes, nos cae la tragedia de Mocoa con sus trescientos muertos y desaparecidos. Ola Política lo lamenta muchísimo y tanto nuestras páginas, como todas y todos nuestros colaboradores, están y estarán al servicio de la noble causa de socorrer a los damnificados y aliviar a las víctimas.
Estas, las víctimas, son gente pobre. Solo los pobres tienen sus casas en las riberas de los ríos, sometidos a las contingencias de las inundaciones y al desamparo de sus frágiles viviendas. Siempre pasa lo mismo. Los pobres son los que mueren en los deslizamientos que ocurren en las montañas, porque como en este dramático caso, solo los pobres tienen que vivir en lugares de alto riesgo. No es que les guste, es que les toca. La pobreza no da opciones.
Y mientras que todo esto tan desagradable y doloroso pasa, mientras los delincuentes de cuello blanco hacen de las suyas en las defraudaciones de Odebrecht y Reficar, el mundo político se la pasa desvariando en insulsos debates sobre la nada, o insultándose creyendo que el más grosero es el que va ganar las próximas elecciones.
Todo el mundo, o casi todo el mundo, vive pesimista, desagradado por todo, maldiciendo por esto o por aquello, sin reconocer nada bueno en nadie ni en ninguna parte. Así vamos al abismo. Cunde el pesimismo, el facilismo, el prosaicamente llamado “sacaculismo. Muchos dicen que son los adalides contra la corrupción, pero a cada quien le cabe lo de que “quien esté libre de pecado, lance la primera piedra”. Se imponen la hipocresía y la falta de carácter.
Tenemos muchas cosas buenas. Ganamos la paz. Hay gente honrada. Lo que más nos carcome es la pobreza. Pero ni nos damos cuenta. Tragedias como la de Mocoa tiene que hacernos reaccionar.