La recesión será arrolladora, la deuda sobre su PIB según el Fondo Monetario Internacional (FMI) podría llegar al 131,1%, con un déficit fiscal del -15,4%, y la economía se contraería un 5,9%; todo enmarcado en la principal bandera de reelección de Donald Trump.
El magnate presidente que en febrero desestimaba el impacto de la pandemia en su país, ahora enfrenta una crisis no vista desde la Gran Depresión de 1929, y con una gestión de la emergencia que le ha dejado más críticas que apoyos.
La imagen del presidente estadounidense según Gallup, cayó al 43%, el margen que generalmente mantiene en apoyos, y después de alcanzar su pico más alto del año con el 50% de favorabilidad, pero, para empeorar el pronóstico, de acuerdo a los datos de RealClearPolitics que agrupa las principales encuestas de los Estados Unidos, en una elección General, Joe Biden, el garantizado candidato Demócrata rebasa a Trump, en un 47.6% vs 42.3%, y al mismo tiempo los Demócratas superan a los Republicanos en los peldaños al Congreso por jugarse por 7 puntos.
Una accidentada gestión de la emergencia
Trump es como muchos lo pronosticaron, un líder mediático, que ha creado grandes shows para sus espectadores estadounidenses de la mano de declaraciones airadas contra sus contradictores, fuertes medidas contra inmigrantes, y una política económica hasta cierto punto confrontacional.
Definitivamente, no es el presidente que fijó a Estados Unidos en un nuevo podio de liderazgo mundial, y varios analistas concuerdan en que ha dejado el camino libre a otras potencias para adquirir liderazgos regionales que él mismo se ha negado a retomar debido a su fuerte enfoque nacionalista.
Y ahora, decir que la gestión de Trump sobre los contagios y muertes por COVID-19 en Estados Unidos ha sido accidentada, bien podría significar una afirmación amable, en medio de todas las medidas cuestionables, la presión de la Casa Blanca para no endurecer las medidas de aislamiento, y las claras salidas en falso ante los medios de comunicación.
El presidente Trump ha dado declaraciones que van desde afirmar que inyectarse desinfectante, o exponerse a rayos ultravioleta podría ser efectivo, hasta dar crédito a las afirmaciones de que el virus se creó en un laboratorio en Wuhan, el mismo que el propio Secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró que tenía financiación de su país.
Búsqueda de culpables
Pero ante el miedo de que una crisis que parece desarmar a Trump con su principal arma electoral, la economía, y luego de años de desgaste ante el Congreso, y los numerosos escándalos que ha vivido su administración, no vistos quizá desde la renuncia de Richard Nixon o las revelaciones de la vida personal de Bill Clinton, el presidente parece buscar ahora un chivo expiatorio, un enemigo público que justifique las medidas cuestionables hasta ahora tomadas.
Primero, fue la OMS, a la que acusó de estar aliada con China para no informar con la debida celeridad la propagación del virus y su seriedad, negando así el envío de recursos a esta organización de las Naciones Unidas, afirmaciones que han sido negadas por la propia OMS, y por el mismo Secretario General de la ONU, António Guterres, quien recordó a Trump que es el momento menos preciso para limitar recursos al ente que intenta unir los esfuerzos de la naciones frente a la emergencia.
Segundo, fue la misma China, a la que luego de una intensa guerra comercial, de la que Trump se jactó de salir victorioso, la acusa de ser la culpable del virus, aún cuando a principios de marzo seguía alagándola por su gestión de la crisis, y más ahora, que intenta descargar en este “enemigo externo”, la causa de que Estados Unidos tenga más infectados y fallecidos por día, que España, Italia, o Francia juntos.
Pero las muertes, la división interna entre quienes piden que se levanten las restricciones de movilidad en los Estados, y quienes piden más acciones para abastecer hospitales y medidas sanitarias estrictas en la vida cotidiana para evitar una peor propagación, se unen a una economía en una inevitable caída libre.
Biden no la tiene tan fácil
Pero Joe Biden, exvicepresidente de Barack Obama, y quien terminó derrotando con mayor facilidad de la esperada a un igualmente anciano senador Bernie Sanders por la candidatura demócrata, tendrá una difícil tarea, pues si bien Trump es criticado por su gestión de la crisis, Biden no tiene mayor protagonismo fuera de sus propias redes sociales.
El país podría girar de nuevo a los Demócratas debido a su mensaje basado en una salud pública universal, más solida y con mayor intervención del Estado, justo lo contrario a lo que dicta la idea Republicana de un Estado pequeño, más austero, y que garantiza la salud de acuerdo a los ingresos y elección de sus ciudadanos, algo que suena insostenible frente a una pandemia.
Y aunque suene lógico, también lo es la fuerza natural de un presidente que busca su reelección, pues los estadounidenses podrían preferir la continuidad de un errático, pero ahora viejo conocido en la Casa Blanca, que nuevo viraje a las políticas más benefactores de los demócratas, y en un sistema electoral indirecto que depende de los colegiados de los Estados, más que del voto popular, podría ocurrir a Trump vs. Biden, lo que pasó en Trump vs. Clinton, con más votos en urna contra el ahora presidente, pero ganando en los colegiados.
El éxito de Trump ahora dependerá de su gestión en los Estados clave para la elección.