La favorabilidad del presidente Iván Duque ha vivido grandes cambios en los últimos meses, antes de la crisis por la pandemia, y a excepción de los días del atentado a la Escuela General Santander, el presidente y su Gobierno intentaban encontrar un norte, un tema, una bandera que los hiciera reconocerse ante la historia.
Ni la Economía Naranja, ni su estrategia internacional contra el régimen venezolano, ni la seguridad de las regiones luego de la firma del Acuerdo paz, dieron espacio a un gobierno que fuera reconocido por una buena gestión, sea por falta de comprensión sobre el tema o por más fracasos que éxitos en ellos, en cualquier caso, el COVID-19 lo cambió todo.
El año comenzó a la baja para el presidente, llegó a los peores márgenes de aprobación de su gestión, incluso frente a las cifras del entonces presidente Santos; según Gallup, la gestión de Duque solo tenía un 23% de aprobación para finales de febrero, mientras los mandatarios locales comenzaban con una luna de miel sus gestiones, solo Claudia López en Bogotá o Jorge Iván Ospina en Cali, superaban el 60% de aprobación.
La llegada del COVID-19
La llegada de la pandemia generó al menos tres efectos evidentes: 1. El Estado no podía ser ignorado, y por lo tanto la gestión del Ejecutivo tendría más atención que nunca, 2. Al ser una crisis que viene de afuera, no es lógico para los ciudadanos culpar a Gobierno por su origen, como a veces es tan difícil de explicar en temas económicos, pero si centra su atención en la mitigación, y 3. Con los opositores en casa, y el congreso congelado al inicio de la crisis, los debates sobre las acciones del Gobierno han tenido vía libre para ejecutarse o medianamente cuestionarse desde el poder.
La más reciente encuesta de Gallup y la publicada esta semana del Centro Nacional de Consultoría (CNC), mostraron los resultados, la aprobación del presidente Duque en Gallup llegó al 52%, y en la medición del CNC al 62%.
Esto no significa que existan grandes críticas, o escándalos, pero lo que podría ser un lastre para un mandatario, como la Ñeñe-política, las interceptaciones del Ejército a políticos y periodistas, o la hecatombe que vive la economía, no parecen tener mayor efecto ahora.
Comunicación
También fue crítica la comunicación en el repunte del presidente, mientras sus esfuerzos por crear programas de tv durante el inicio de las manifestaciones el 21 de noviembre, parecían poco efectivas, e incluso eclipsadas por escándalos como la conversación filtrada entre el entonces Embajador Francisco Santos y la nueva Canciller, y la renuncia de su Ministro de Defensa no favorecía su gestión, la crisis una vez más giro el tablero.
Las constantes transmisiones de Casa de Nariño, anunciando cifras, alivios económicos, y nuevos periodos de aislamientos social, más allá de una fría alocución desde un estrado, han dado a los ciudadanos una sensación de un Gobierno existente, al menos para tomar medidas que a diferencia del pasado, parecen maso menos materializarse.
Pero no todo el terreno está ganado, aún falta ver los efectos de una economía cada vez más deprimida, un endeudamiento creciente, y una vida cotidiana afectada, por una crisis que todavía no ve la luz al final del túnel.