Joe Biden ganó, con una diferencia reducida pese a las encuestas que le daban una victoria cómoda frente al presidente Donald Trump, aún así logró la victoria, le arrebató estados clave que cuatro años atrás Trump le quitó a Clinton, como Michigan o Wisconsin, y finalmente logró aventajar al presidente en Pensilvania donde lo derrotó con más de 45 mil votos, y actualmente mantiene su ventaja en Georgia por más de 10 mil.
Pero, a pesar de la ventaja de Biden sobre Trump, y tomando en cuenta que aún con el reconteo de votos y batalla legal en varios Estados, un gran cambio en los resultados parece imposible, Trump se niega en aceptar la derrota, y en al menos felicitar a Biden como ha sido tradición en ese país.
Los tweets de Trump reflejan su descontento con el resultado, con el método de la votación por correo, y el pronóstico desde antes de las elecciones de que el republicano no aceptaría una derrota y se aferraría hasta la Corte Suprema por revertir los resultados, esto todavía está por verse, pero depende de que acepten sus demandas en varios Estados.
Los hitos de la elección
No sólo fue una de las elecciones con mayor participación en la historia, además en el conteo general de votos Biden se convierte en el presidente más votado de la historia, y el más longevo pues al tomar el cargo tendrá 78 años.
Kamala Harris será la primera vicepresidente mujer, afroestadounidense, y de ascendencia asiática, que alcanza este cargo, será también la presidenta del Senado el mismo al que perteneció por el estado de California.
Ambos anunciaron un vuelco en las decisiones que ha tomado Trump estos años, con el duro reto de hacerlo aún si los demócratas no logran la mayoría en el senado. Y es por eso por lo que el nuevo presidente electo tendrá que aferrarse a las decisiones ejecutivas de la Casa Blanca para arrancar con dicha transformación.
Un Trump derrotado pero decidido a ir a las cortes
El presidente Donald Trump ha tenido días difíciles, con el giro que se dio en las elecciones al paso de los días del conteo de los más de 100 millones de votos por correo, su desesperación sobre los resultados parecía palpable en su cuenta de twitter, donde pidió desde detener el conteo, hasta anunciar repetidas veces que se estaba presentando un fraude, pese a que no presentó ninguna prueba al respecto.
Solo en Pensilvania según varios analistas tendría alguna posibilidad de restar votos a Biden, pues el estado decidió recibir votos por correo hasta el viernes, debido a las dificultades con el servicio de correos del estado, y a la regulación del propio estado, pero eso no marcaría una diferencia mayor a los 37 mil votos, y la diferencia entre ellos allí supera los 45 mil.
Pero Trump también necesitaría del apoyo republicano, un Partido que por ahora se ve dividido, por un lado, están sus apoyos como el del exalcalde de Nueva York Rudy Guliani quien se unió a las declaraciones de Trump sobre fraude, también sin pruebas o hechos para atacarlas.
Aunque el resto del partido no parece convencido, a pesar de pedir que se invoquen los medios legales necesarios para garantizar que las elecciones fueron justas, y que este es un derecho de las campañas, sus reacciones han sido muy distintas, en especial porque en los Estados Unidos nunca un presidente en funciones se había negado a aceptar una derrota y por lo tanto a dejar en vilo una transición de poder.
El expresidente George W. Bush se adelantó en un comunicado felicitando a Biden por su victoria, un golpe directo del último presidente republicano antes de Trump, Mitt Romney senador y excandidato presidencial que se enfrentó a Obama en 2012, expresó que contar cada voto es el corazón de la democracia. Marco Rubio uno de los senadores republicanos que más ha defendido a Trump, tampoco quiso unirse a su llamado de detener el conteo. Se sabe que el Partido ha solicitado a la campaña pruebas contundentes de que los resultados son fraudulentos.
Mientras tanto, Trump estuvo el día del anuncio de su derrota jugando Golf en su club en Virginia, y por ahora no parece dispuesto a dar un paso atrás para una transición tranquila entre partidos en el poder, un hecho sin precedentes.