Los partidos políticos en Colombia vienen pasando por un difícil momento. Según la última encuesta Gallup, mientras la desfavorabilidad de la FARC está en un 78%, o del Congreso en un 76%, en el caso de los partidos políticos supera el 80%, y esto no es nuevo.
La filiación partidista ya no es como otrora, un sentido de identidad que incluso se pasaba de una generación a otra, como tampoco los ciudadanos sienten que los partidos los representen, ni mucho menos que les sirvan de mediadores en el sistema político.
¿Dónde está la desconexión? Parte de la respuesta puede estar en la organización interna de los partidos, ¿Son realmente democráticos?, ¿Tienen organizaciones sociales fuertes que invitan a la ciudadanía a participar en ellas?, ¿Sus dirigentes escuchan a los ciudadanos, les abren las puertas y acuerdan con ellos toma de decisiones? Las respuestas son sumamente insatisfactorias.
Un ciudadano de a pie no siente casi ninguna conexión real con un partido, ni que sus banderas colectivas sean sus mismas banderas, o mucho menos que sus decisiones sean gracias a que escuchan a esos mismos ciudadanos.
La llamada “crisis de los partidos”, nace cuando el personalismo se impone, incluso se siguen creando partidos alrededor de una o un par de personas, y los éxitos y fracasos del partido caen sobre estos caudillos, otros partidos son casi inexplicablemente cambiantes, están en la coalición de todos los gobiernos, desde su creación como el partido de la U, o desde Pastrana como el partido Conservador.
Pero la intención no es nombrar o culpar a uno o dos, son todos los partidos los que no han logrado, ni detener la polarización, ni crear una organización interna que escuche a los ciudadanos, ni cambiar la imagen del sistema como uno abierto a cualquier colombiano.
¿Podemos prescindir de ellos? Si los partidos no se reforman, o no reaccionan, los ciudadanos responderán esa pregunta por ellos.