La crisis provocada por la pandemia que azota de forma sorpresiva al mundo, también promete ser un punto crucial en la forma como se manejan las relaciones internacionales, y la convivencia entre naciones o regiones que luchan contra el virus.
Aunque en principio la reflexión parece clara, somos un mundo, interconectado, y existen eventos como la propagación de un virus, que escapan a los intereses de algunas naciones de sobresalir por encima de otras, queda la duda de si esto generará más integración o más aislacionismo entre naciones.
La lucha europea
La Unión Europea (UE), es quizá uno de los órganos multilaterales más robustos en el mundo, aún con la salida del Reino Unido, sigue siendo un grupo de naciones con el peso suficiente (económico y socialmente) para no perderlo de vista en el escenario internacional, además, es una de las regiones que más ha sufrido por el avance del COVID-19.
Mientras el pasado 17 de marzo el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, anunciaba el cierre de las fronteras de la Unión con el exterior, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, esperaba que esto flexibilizara la movilidad de los europeos entre sus países, algo que falta por ver.
Alemania cerró sus fronteras, Francia cercado por sus fronteras con España e Italia, dos de los países en peor estado debido al virus, tuvo que suspender desde el 16 de marzo la zona Schengen, mientras la región de los Balcanes observa horrorizada lo que hace el virus con sus vecinos más ricos, mientras países de esa región como Albania, Rumanía o Bosnia, no tienen más de 2 médicos por cada 1.000 habitantes (Italia tiene le doble de eso).
Mientras tanto, el Reino Unido, recién divorciado de la UE, ha venido aumentando las medidas que antes se negaba a implementar, con el nerviosismo de una economía que no está en su mejor momento, y que teme igual que la región a la inminente recesión que se desencadenará.
Europa con una larga historia de guerras, enfermedades, y desastre, en su historia moderna, seguramente encontrará salidas de recuperación, y se espera que al final de la crisis lo haga más unida, aunque más pobre.
Latinoamérica
Los países latinoamericanos, han observado con preocupación los fuertes efectos del virus en Europa y China, mientras los países de la región son conocidos por sus Estados más débiles, y con menos presencia en el territorio.
A lo anterior es necesario sumar un sistema de salud deficiente, o casi inexistente en algunas regiones, una violencia endémica (tema que no es exclusivo de Colombia, también están las grandes bandas criminales centroamericanas y los Cárteles Mexicanos), y naciones que parecen permanecer en el filo de las crisis económicas, como Argentina. Todo se ha resaltado una y otra vez como un caldo de cultivo perfecto para el virus, pero la reacción ha sido poco coordinada.
La falta de integración de la región contrasta con países que viven de la informalidad, muchos de ellos con más de la mitad de sus trabajadores no formalizados, y con decisiones que contrastan, entre el escepticismo de las cuarentenas generalizadas de México y Brasil, hasta medidas más fuertes de aislamiento como Argentina y Colombia.
Seguramente esto va a generar impactos diversos del virus en los países, al igual que en sus economías, fórmulas mágicas para intentar mostrar a sus vecinos que sus medidas son las mejores, pero sin organismos multilaterales fuertes que puedan coordinar mejor las posibles soluciones, un problema que costará vidas.
Algunas luces de los conflictos internos de los países muestran dinámicas interesantes, como el pedido del expresidente colombiano, Andrés Pastrana, para que el Gobierno de Iván Duque se contacte con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y hagan un esfuerzo conjunto, algo increíble de ver hace algunos meses, pues Pastrana es uno de los más fuertes críticos de ese Gobierno.
Aunque la región cuenta con la ventaja de tener la experiencia enfrentando brotes recientes de dengue, zika, chikunguña, e incluso fiebre amarilla, por ahora la crisis no ha provocado una acción de fuerte integración entre ellos, mientras Sudamérica ha vivido en los últimos años la llegada de migrantes venezolanos, en especial a Colombia, y Centroamérica la de migrantes de países como Nicaragua y Honduras que buscan llegar a los Estados Unidos.
Estados Unidos vs. China
Con Canadá cerrada y afrontando con amplios recursos posible expansión agresiva del COVID-19, Estados Unidos bajo el mandato de Trump, ha tenido que tomar medidas cada vez más severas para contener el virus.
Trump sufrió una transformación, del negacionismo inicial, a la preocupación luego del anuncio de 100 muertes en un solo día, hizo reaccionar al mandatario que se enfrenta a su reelección, y que sabe que la forma de atender la crisis será su evaluación final para continuar cuatro años más en el poder.
Mientras algunos se preocupan por un retorno forzado a la normalidad desde la Casa Blanca, y las consecuencias en vidas que pueda tener, buscando una reacción positiva de la economía, también observan como China toma los espacios de apoyo que antes asumía el gigante norteamericano.
Ahora China envía ayudas a otros lugares del mundo, y al mismo tiempo se enfrenta de nuevo a Estados Unidos por el origen del virus (unos por su expansión desde Wuhan y otros que piden investigar a militares estadounidenses que estuvieron en esa ciudad justo antes de convertirse en zona cero del virus), y las constantes acusaciones conjuntas (lo que contrasta con la reciente calma de su guerra comercial).
Pero recordando la época de la Guerra Fría y la búsqueda de construir armas nucleares, ahora la competencia parece enfocarse en encontrar una vacuna, una carrera que no necesariamente ayudará a otros países, pues quien tenga la solución a la crisis, podría otorgar una solución que aumente su poder geopolítico.
El hueco en occidente generado por un reducido protagonismo mundial de Estados Unidos, y una crisis que tiene encerrados a los europeos, puede abrir el campo a China para aumentar su influencia en esta parte del mundo, otra pregunta que se responderá al final de este largo túnel. ¿Salvar vidas o salvar la economía? Una dicotomía que necesita una respuesta que no requiera elección entre ellas.