El presidente Iván Duque se la juega por ir reactivando sectores de la economía, con la nueva ampliación del aislamiento social obligatorio hasta el 11 de mayo, aunque en realidad es una fecha para medir las condiciones que empezarán a regir a partir del 27 de abril.
Ayer quedaba claro que el gobierno tenía la intención de abrir ciertos sectores, al final hace una apuesta gradual para volver a productividad, y lo hace bajo ciertas condiciones, que, a pesar de ser hasta cierto punto moderadas, son también un riesgo frente a las cifras de contagios.
Todo indica que mayo será la primera prueba de reapertura, pues varias de las restricciones mencionadas continuarán durante todo ese mes, y las consecuencias de abrir ciertas actividades se sentirán hasta dos semanas después (tiempo estimado para medir el número de infectados, pues es el tiempo que le toma al virus incubar).
Las medidas
Los vuelos nacionales e internacionales seguirán restringidos, algo lógico para mantener controlado un posible ingreso de casos del extranjero, lo mismo ocurrirá con el transporte intermunicipal, lo que intenta proteger a los municipios alejados que todavía no sienten los efectos de la pandemia y que tendrían medidas diferentes en su vida cotidiana.
Pero la apuesta es mucho más compleja, aunque no se adelantarán eventos masivos, ni se abrirán bares, ni discotecas, ni instituciones educativas, ni restaurantes más allá del sistema de domicilios, el sector de manufacturas y de construcción si saldrá, lo que representa más de tres millones de trabajadores.
Por un lado, ambos sectores al tener un gran número de trabajadores de bajos ingresos, alivia la situación de millones familias vulnerables, pero, por otro lado, podría significar un riesgo para ellas, y un acelerador para la propagación del virus. Todo está en si las medidas sanitarias de las empresas y el cuidado personal de los trabajadores están coordinadas.
El transporte público solo podrá estar al 35% de su capacidad, lo que significa que los traslados se deben hacer por otros medios, en horarios diferentes a las horas que hoy se ocupan en esos sistemas, y bajo condiciones estrictas para velar que su uso es realmente de los sectores excluidos que ya pueden empezar a trabajar.
Cada sector tiene sus problemas
Se estima que la construcción genera 1,7 millones de puestos de trabajo indirectos, y su reactivación también obedece al hecho de que trabaja por etapas, según el mismo ministro Jonathan Malagón, son más de 200 mil viviendas al año “la mayoría de ellas vendidas, y detenerlas sería comprometer el techo de cerca de un millón de colombianos”.
Pero la clave está en que la compra y venta de viviendas pueda continuar luego de la emergencia sanitaria, para evitar en un futuro una crisis en el sector, algo por ahora incierto, lo que hace a la medida lógica, pero de resultados al mediano plazo.
El sector de la industria manufacturera representa otra bomba de tiempo, aunque se puede regresar a la producción, sin comercio no hay manera de vender lo producido, resaltando además que ropa o calzado no son bienes de primera necesidad en este momento, lo que pone un techo a la buena noticia del regreso a la producción de este sector.
La apuesta política
Aunque llamados como los del concejal Carlos Fernando Galán, a una tregua política, al igual que de otros líderes y columnistas, para enfrentar unidos la crisis que representa la pandemia, lo cierto es que el desenlace se medirá en el costo político que también tienen las decisiones que toma el presidente.
Su balance actual de la situación es tomado como positivo en cuanto a la propagación del virus, pero insuficiente en mitigar sus efectos, aunque voces críticas del gobierno, sobre la capacidad de pruebas que se pueden realizar actualmente y la forma como se abastece el sistema de salud, son aún más pesimistas, será necesario esperar los resultados de las medidas.
A un presidente calificado como lento al inicio de la pandemia, ahora se le suma la idea de un apoyo por consenso político para superar la crisis del COVID-19, pero en un país con regiones históricamente empobrecidas, y con casos como Chocó donde no existe una sola UCI con capacidad de atender a pacientes graves por este virus, los resultados para calificar su respuesta siguen siendo inciertos.
Mientras en Bogotá, se sigue destacando (aunque con sus propias críticas) la gestión de la alcaldesa Claudia López, incluso en el esfuerzo de habilitar 2 mil camas para atención a contagiados en Corferias, el presidente debe lidiar con las desigualdades sobre los recursos y capacidad de cada región del país para enfrentar la crisis.
Un nuevo capítulo de una trágica crisis mundial que no parece tener fecha cierta.