Un hombre, eso parece mantener al país dividido, pero es mucho más que eso, el llamado a indagatoria del expresidente Álvaro Uribe, es también una muestra de las fallas de una democracia participativa, cuyos partidos y proyectos políticos, parecen languidecer ante la imagen de seres humanos que son exaltados como extraordinarios e incuestionablemente inocentes.
Es interesante también, ver la tasa de desempleo, el dólar, y los detalles del Presupuesto General de la Nación (PGN), que debe quedar aprobado antes de la media noche del 20 de octubre, y cuyas ponencias están siendo armadas en este momento, y que todo eso, quede eclipsado por el llamado a indagatoria de un hombre.
El personalismo político abre la puerta a otros males que infectan a la democracia, y la debilitan, es decir, el senador Uribe puede ser inocente o culpable, pero no dar espacio a esa duda, es limitar la democracia misma a la imagen de una persona.
El pasado fin de semana en varias ciudades del país, se presentaron marchas apoyando al expresidente y senador, con manifestaciones que se quejaban del actuar de la Corte Suprema de Justicia, y hablaban de un plan para manchar a la incontrovertible imagen del máximo líder del Centro Democrático.
Sus contradictores tampoco contribuyen, ante un hombre de tal popularidad, hay detractores igualmente numerosos, y para esas tribunas, también hay atril, colocarlo en el centro del debate para atacarlo, ir a marchas y gritar su nombre con insultos, e incluso quemar imágenes suyas, es otra forma clara de alimentar el personalismo político.
La indagatoria
Es por todo lo anterior, que un llamado a indagatoria del expresidente, representa un hecho escandaloso para sus fieles seguidores que lo creen inocente sin importar los hechos, y para sus contradictores, que parecen considerarlo culpable sin importar los hechos.
Lo que debería ser un hombre, que debe dirigirse ante los tribunales para dar explicaciones, es hoy una novela que registrará mañana paso a paso lo que ocurra, y alimentará el protagonismo y la agenda de un político, en un país donde existen cientos de temas que deberían ser la prioridad.
¿En qué y en quiénes estamos desgastando nuestras energías en el ejercicio democrático? Y ¿En medio de las dificultades que vive el país, vale la pena alimentar los odios?