La difícil campaña presidencial que busca recobrar la estabilidad política de Bolivia

Análisis Por

 

Las elecciones presidenciales en Bolivia podrían terminar de cambiar el curso de los últimos 14 años en el país, luego de la renuncia de Evo Morales, y la llegada al poder de la senadora Jeanine Áñez, el próximo 3 de mayo se resolverá si finalmente ese país tomará un nuevo curso o continuará con el proyecto político que formó el expresidente Morales, hoy exiliado en la Argentina.

Luego de que las fuerzas militares sugirieran al presidente Morales renunciar en noviembre de 2019, el mando que asumió Áñez del Movimiento Demócrata Social, opositor al MAS (El Partido de Evo), su presidencia interina ha sido polémica, con un evidente giro al conservadurismo en ese país.

El pasado 25 de enero, la presidente interina anunció su participación en los comicios, donde también estará el expresidente Carlos Mesa (rival en las pasadas elecciones de 2019 contra Evo, que luego fueron calificadas por diferentes organismo internacionales como fraudulentas); también estará Luis Arce, el exministro de Economía de Morales, quien representará la continuidad del proyecto del MAS; Luis Camacho, uno de los líderes del Comité Cívico de Santa Cruz, se presentará por el Movimiento Nacionalista Revolucionario, lideró las marchas en la misma región de Santa Cruz de la Sierra contra el entonces presidente en 2019, y Jorge Quiroga, el expresidente que asumió el poder tras la enfermedad del entonces mandatario Hugo Banzer, en 2001.

Continuidad o cambio

La coalición que acompaña a Jeanine Áñez se ha dado la delantera en la campaña, ante el temor de que la fragmentación de la derecha en los candidatos mencionados, le de la victoria al exministro Arce, el movimiento Soberanía y Libertad (Sol.bo), Todos y Unir, cada una de diferentes regiones del país, se han sumado a su candidatura, una coalición similar a la que apoyó a Mesa en su intento por derrotar a Evo en 2019.

Lo anterior deja a Mesa con una fuerza reducida a diferencia de su campaña anterior, pero también le abre la puerta a Luis Camacho, quien es conocido por la quema de la wiphala, la conocida bandera indígena, que se convirtió en símbolo de la plunacionalidad de Bolivia, y al igual que la actual presidente interina, Camacho proclama que es la Biblia la que debe dirigir los destinos del país, un claro ejemplo de las visiones de nación que se enfrentarán en la campaña.

Camacho también ha causado polémica por las declaraciones donde afirma que fue su padre, quien pactó con militares y policía para desobedecer a Evo, lo que para el MAS demuestra la trama formada por este y sus aliados para tumbar al presidente y forzar el escenario actual.

Por ahora analistas concuerdan en que serán Arce, Áñez y Camacho, quienes se jueguen la presidencia, con los dos primeros candidatos como los más opcionados.

Arce ha manifestado que ganará las elecciones tomando él las decisiones, y no Evo (aunque Evo es el Jefe de campaña), y que así mismo será su presidencia, aunque no escatima en halagos al expresidente y considera (al igual que el exiliado Evo) que lo ocurrido en Bolivia es un golpe de Estado que debe remediarse en las elecciones de mayo.

Luego del anuncio desde la Argentina de la candidatura de Arce, varios miembros de la base del MAS criticaron que el exministro sea de un origen urbano y más privilegiado, muy diferente al mismo Evo, y a falta de una mayor coalición, aunque Arce tiene la ventaja de tener a su lado un movimiento que acapara al menos el 37% del electorado, su camino será difícil, sobre todo en una posible segunda vuelta donde el nuevo oficialismo del país podría lograr la ventaja.

Pero el exministro también tiene ventajas frente a otros posibles sucesores de Evo, por un lado, acompañarlo desde el primer día de su mandato, y por el otro, ser considerado uno de los grandes artífices de los avances económicos que vivió Bolivia durante ese mandato.