Cruda jornada de actos vandálicos se vivió en especial en Bogotá y Cali, donde la situación de orden público obligó a cientos de ciudadanos a armarse para proteger sus viviendas, otros estuvieron en las calles con el cacerolazo convocado, hubo nuevos ataques a buses de transporte público y cierre de vías.
El toque de queda en Bogotá, ante los constantes actos de violencia, que incluyen el robo de buses del SITP, saqueo al comercio, y enfrentamientos con la Fuerza Pública, empañaron el inicio del paro del 21 de noviembre, que tuvo una lánguida respuesta del presidente Iván Duque.
Nueva respuesta
Mientras los alcaldes y gobernadores se concentraron en mantener el orden público, el presidente hizo un llamado a un gran diálogo nacional, que iniciaría la próxima semana y tendrá una hoja de ruta regional, una apuesta del presidente por escuchar y no dejar que la situación se altere hasta el punto vivido países como Chile o Ecuador.
Por su parte mandatarios locales como Enrique Peñalosa, hablaron de situaciones de pánico, frente a la normalización de la jornada, que se dio después del toque de queda en Bogotá, mientras el presidente tuvo un Gabinete extraordinario para evaluar lo que ocurría.
Con militarización de ciudades, junto a la Policía, el Gobierno busca mantener el orden, y con el llamado al diálogo, busca calma a los convocantes y expresiones ciudadanas de cacerolazo que vivieron ayer.
Lecciones
El gobierno debe empezar a buscar salidas, aunque excandidatos presidenciales como Sergio Fajardo, indican que el diálogo no debe ser con los partidos tradicionales, es claro que el margen de maniobra del gobierno más allá del aparato de la Fuerza Pública parece restringido, con minorías en el Congreso, medidas impopulares y recientes escándalos, es momento del Ejecutivo, de reflexionar sobre su gobernabilidad.
Por supuesto, los actos vandálicos injustificados merecen todo el rechazo ciudadano, y una respuesta contundente de las fuerzas de seguridad, pero eso no cambia la manifestación ciudadana.
Mientras, por un lado, no hay un líder político al cual endilgar lo que ocurre, aunque miembros del Centro Democrático han intentado señalar a la izquierda (incluyendo la internacional), lo que incluye al senador Gustavo Petro, y este intenta también asumir los reclamos y el descontento ciudadano manifestado hasta ahora, es evidente que no hay un gran líder, partido o grupo político detrás de las manifestaciones ciudadanas, y el oportunismo ya ha empezado a recibir el rechazo de los protestantes.
Las centrales obreras parecen prestas al diálogo, aunque rechazaron que el presidente nada dijo en sus alocuciones sobre los contenidos de las reformas que se avecinarían, ni de los nuevos recursos a la educación que dicen los estudiantes no se han producido.
Dicho diálogo puede servir para calmar los ánimos de un paro que parece sólo comenzar, y que efectivamente podría reunir más reclamos ciudadanos, a un gobierno que no cuenta con mayorías en el congreso para tramitarlos, y por lo tanto, necesitará sentarse a definir los pasos a seguir, desde varios frentes.
Una característica que tiene el caso colombiano es la solidez de las instituciones, y la dificultad para debilitar la imagen de un presidente al punto de hacerlo salir del cargo, así que no es clara la medida más urgente que piden los ciudadanos y lo que debe hacer el mandatario.
Por eso, será crucial llegar a grandes acuerdos nacionales, lo que chocará con la cada vez más débil agenda del partido de gobierno, que a pesar de ganar la presidencia, ha tenido que ceder una y otra vez ante la falta de consensos de lo que parece ser una visión minoritaria.
La paz, las posibles reformas, y el medio ambiente, son algunos de los temas, también el descontento con las medidas económicas, y lo que incluye la caída del peso, pero a esto, se suma un cúmulo de errores sobre los que el gobierno no ha tenido la entereza para aceptar, como el bombardeo que les costó la vida a varios menores de edad en el Caquetá y que provocó la salida del ministro Botero, sólo cuando la presión institucional y social fue inmanejable.
Todo lo anterior debe llevar a dos lecciones, la primera, que la violencia debe ser enfrentada, pero sin olvidar la segunda, que existe un descontento que no puede obviarse, que no es parte de una conspiración internacional, y que más allá de una crisis, debe verse como la oportunidad del presidente de fijar un nuevo rumbo, así eso requiera de más descontentos en el ala dura del uribismo, que desde el inicio se ha mostrado renuente ante el estilo del mandatario.