El caso fue horrible y criminal al máximo, y pudo ocurrir porque no existieron medidas de protección y seguridad en la Escuela General Santander.
El rechazo al monstruoso atentado contra la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional fue enérgico y unánime. Lo cometió el “ejército de liberación nacional” y constituye un horrible acto de terrorismo, que ya ha sido mil veces censurado en el interior del país como en el ámbito internacional. Murieron 25 jóvenes y más de 50 resultaron heridos de consideración.
La Institución donde se forman los oficiales de la Policía Nacional es un recinto intocable que representa toda la pujanza, el valor y la importancia de la Institución armada, que a estas alturas debe estar integrada por más de 180.000 miembros, la cual tiene como objetivos principales combatir el crimen y proteger a todos los ciudadanos. Desde luego, tiene que protegerse a sí misma, sabiéndose que sus hombres, actividades e instalaciones son objetivos prioritarios y permanentes de la delincuencia de todos los pelambres.
¿Hubo fallas en la seguridad?
La Policía Nacional goza de amplio y justificado prestigio. Constantemente da muestras de dedicación, valor y sacrificio. Todos los días mueren miembros de la Institución en su lucha temeraria y victoriosa contra el crimen. Por eso inquieta pensar siquiera que en la Escuela General Santander pudieron no existir en el momento del atentado unas rigurosas medidas de seguridad ni dispositivos de prevención contra los criminales que garantizaran la seguridad de los ocupantes de las instalaciones policiales. Peor aún ese día de graduación de Cadetes, con asistencia de delegaciones internacionales.
No es dable aceptar que el carro-bomba se hubiera podido “colar” tan fácilmente en la Escuela policial. Da grima cerciorarse por las grabaciones que la camioneta envenenada hubiera estado durante 4 minutos dando vueltas al interior de la Escuela. Además, todos los servicios de inteligencia del Estado fueron derrotados por una villana acción que tuvo más de dos meses de preparación. Conociendo por 50 años de antecedentes a los elenos, era fácil pensar que ante la negativa gubernamental de recomenzar los diálogos debían estar ingeniándose unos grandes golpes para tratar de doblegar a las autoridades. Ya el país conocía el antecedente de un ataque terrorista contra una Escuela de formación militar.
Si hubo fallas, hay responsables.
Estas reflexiones no son para echarle sal a la herida sino para pedir atención sobre la posibilidad de que la Escuela General Santander no estuviera bien cuidada. El asunto merece análisis y severas investigaciones. En el caso de resultar ciertas, por acción u omisión, hay que deducir responsabilidades y deben rodar las cabezas de los culpables, solo con el ánimo de que tales descuidos no vuelvan a ocurrir nunca jamás.